Cuando el amor estalla, las emociones te arrastran en un torrente abrumador que sacude tu mundo y te deja medio tonto. Todo es nuevo, tienes un millón de motivos para exprimir el tiempo que pasas junto a esa persona especial.
Cuando el amor te sacude y lo hace fuerte, siempre tienes ganas de más. Tus hormonas están cargadas de excitación y ansias porque el resto de la humanidad, os deje a solas.
Sin embargo y tras esos primeros meses, llega un momento en el que todo se para. A partir de este punto, es como si alguien hubiese roto tu burbuja de purpurina y todo empieza a parecerte a más de lo mismo. Ya no te impacientas porque llegue el día de verse ni contestas al instante un mensaje suyo. De repente, el mundo exterior comienza a recuperar el protagonismo perdido durante aquellos primeros y melosos meses. ¿Qué ha pasado? ¿Monotonía, hormonas relajadas, aburrimiento? En el fondo sientes que te sientes cómodo junto a esa persona y aunque la chispa ya no sea tan impulsiva, te sigue llenando de felicidad.
Un buen día, con el paso del tiempo, decidís dar el paso y mudaros bajo el mismo techo. ¿Qué pasará ahora? ¿Se generarán nuevos problemas? La convivencia quema, las pequeñas cosas que molestan parece que, después de todo, no son tan pequeñas. Luego está el trabajo, el estrés, el ir de acá para allá reduciendo las horas de estar juntos a pequeños momentos nocturnos y algunas horas durante el fin de semana. El sexo también decae. Las mismas cosas, la misma entrega y nunca parece llenarnos. También, nos desinfla el sentimiento de anhelar cosas que ya no vivimos tanto y nos conformamos con el sabor ácido de su recuerdo. ¿Qué ocurre? ¿Estamos caminando hacia un fin?
A menudo olvidamos parar. Abrazar al otro y aspirar fuerte su aroma. Sentirlo, sentir que estás para esa persona y que esa persona, en ese preciso momento, está ahí por y para ti. A menudo olvidamos las palabras, el abrir las emociones y exponerlas con el corazón en la mano, sin miedo. Porque nos volvemos cobardes, jodidamente cobardes cuando la rutina nos aplasta y otras cosas a nuestro alrededor van sepultando nuestra vida. Hay que esforzarse por sentir lo que late dentro y estar en calma con eso, pero hay que dar un salto de gigante, para mostrárselo a tu pareja. Tus miedos, tus inseguridades, tus demonios, están ahí. Sabemos ocultarlos muy bien a la persona que está a nuestro lado. No obstante, tantos secretos pueden hacer daño.
Soy de esas personas que se quedan sin palabras en un cara a cara. Soy una cobarde pese a que mi corazón rebosa de emociones. Se me hace un nudo en la garganta y ya no puedo seguir, no pueden escapar de mí, las palabras… y siento que mi silencio hace daño. Siento que mi impotencia hace daño.
Y siento que te pierdo, por callar.
Imagen destacada: Greenwood Photography
2 comentarios
Magnífico
Gracias,
Abrazos.
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