Lo acepto.
Me vuelvo hacia adentro, soy instante.
Me deshago en espuma y vapor de vaho. Respiro, estoy muriendo.
Aparezco en mitad de un anhelo que se desangra, lentamente, sobre todos los debería que pude hacer y no obstante, no realicé. Callo y respiro escarcha.
Me siento tibia, empapada en la hiel que emborracha los fragmentos de mis amores pasados. Flota el resentimiento alrededor de ellos, como si fuera un iceberg famélico, abandonado a su suerte. Tiemblo.
Me cobijo entre los recovecos de un puñado de lágrimas que no fui capaz de liberar y me duermo. Pasa el tiempo, envejezco. Amanezco desnuda a los pies de un amanecer que ahuyenta al miedo. Siento calma.
Miro hacia abajo, y en mi periferia descubro mi inexistencia, a través del Soy más puro. Exploro lo que percibo, deslumbro. Libre al fin, del dolor, la pena y la culpa. Comprendo el camino, deshojada del apego. Lo acepto.
Fluyo.
Imagen: Daniel Kordan