Ensayo. 452 Páginas. Editorial Siruela. 2024.
El infinito en un junco ha sido sin duda, una de las lecturas que más he disfrutado este año. Se nota mucho cuando un libro está hecho desde el cariño y el respeto. Irene Vallejo hace un repaso desde el nacimiento de la escritura hasta nuestros días, pero no lo hace desde el enfoque tradicional del ensayista, lo hace desde el punto de vista del cuentacuentos.
Es una delicia toparse con un libro tan bien escrito como este. Reconozco que, en muchas ocasiones, he vuelto atrás para releer capítulos enteros que me han parecido sumamente bellos. Entre sus páginas habitan numerosos personajes históricos, otros que el olvido y la historia se ocupó de silenciar y que han llegado hasta nosotros en fragmentos. Sin embargo, Irene hace hincapié en todos los anónimos, ya que, durante siglos y arriesgando sus propias vidas, fueron los salvadores de los libros. Gracias a ellos hoy somos quienes somos. En su libro también encontrarás referencias al cine y por supuesto, a libros que se han sumado a mi lista de tareas pendientes. No hay nada mejor un libro que te manda deberes ^^.
El infinito en un junco me ha hecho reflexionar acerca del mundo que me rodea y de mí misma. Al principio, la escritura y lectura estuvieron restringidos a unos pocos privilegiados. Durante mucho tiempo fue así. Por eso también, los libros se conservaban como un bien preciado. Algo material que demostraba que su dueño era un privilegiado y por supuesto que lo era. Solo los más ricos tenían acceso a los libros.
Hoy en día, casi todo el mundo tiene acceso a la cultura y hay menos analfabetos que toda nuestra historia como especie. Aprendemos a leer y a escribir desde pequeños, como si eso hubiese sido siempre así. Tal vez no le damos la importancia que se merece. La escritura ha conseguido unir a la humanidad. Recolectar sus memorias, dialogar el presente y diseñar un futuro juntos. Nada de lo que hoy forma parte de nuestro día a día existiría sin ella.
Vivimos días convulsos, tenemos pueblos reprimidos, hay guerras y catástrofes naturales que nos muestran la fragilidad del ser humano. La tragedia más cercana y reciente a donde yo resido, es la devastación que ha provocado la Dana en diferentes municipios de Valencia. Desde aquí, quiero mandar mi más sentido pésame a las víctimas. Ver las colas de gente que caminan durante horas para ayudar a los afectados me conmueve el corazón. Es una vergüenza que existan unos pocos tratando sacar tajada de las desgracias ajenas. La desinformación es nuestro enemigo hoy día.
Recuerdo, en la época en la que iba al colegio, a los alumnos que preguntaban de qué sirve estudiar historia. Nunca entendí su pregunta. La historia siempre me fascinó. El pasado tiene esa magia cautivadora de cómo era entonces la vida en comparación con el ahora. Creo que la historia va más allá de crear una identidad como pueblo y sociedad. La historia tiende a repetirse. Las catástrofes, las guerras, las injusticias se repiten, pero recordarlas nos da las herramientas para no cometer los mismos errores. Es utópico pensar en un mundo sin guerra ni hambre. Existen demasiados intereses para que esto no cambie. Precisamente, aquellos que desde el poder no le dan valor a la historia, buscan un pueblo sumiso, un pueblo que no sepa, un pueblo que sea fácil de manipular. Por eso es importante que no se pierda la memoria histórica, que no queden en la nube del olvido los delitos y abusos cometidos. Que se haga justicia.
Los libros siempre serán una isla en mitad del océano. Nos dan un remanso de paz cuando nuestro día a día es caótico. Han ayudado a sobrevivir a personas que pasaban por los años más duros de su vida. No hablo de la pérdida de empleo, de una casa o de la familia, hablo de la pérdida de la libertad. De esto, las víctimas del fascismo saben bastante.
Los libros enriquecen nuestro mundo interior. No solo dan vocabulario y nos ayudan a expresarnos mejor. También lo llenan de vidas, experiencias y pasiones que nunca podremos vivir porque aquí, nuestros años y recursos, son limitados. Es por eso, que los libros son una mano abierta hacia la empatía y nos hacen vivir de manera más feliz.
Yo misma he pasado etapas en las que no leía nada y las recuerdo como oscuras y tortuosas. El infinito en un junco me ha hecho revivirlas y darme cuenta de lo necesario que es leer. Esto me recuerda también, a las reflexiones que en su día hijo Jesús Quintero sobre la filosofía de la ignorancia. No puedo evitar sentir una profunda pena hacia aquellos que presumen de poseerla.
El infinito en un junco es un libro que merece la pena. Casi eres capaz de rozar con la mirada la ternura que su autora depositó para engendrarlo. Creo que necesitamos libros como este.
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