Los lectores de poesía constituyen un reducido sector dentro del amplio rango de la literatura. ¿A qué se debe?
Recuerdo que, cuando era pequeña y en clase de lengua y literatura, la profesora me hacía leer en voz alta Sonatina de Rubén Darío, te entraban los siete males.
«La princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor».
Se me hacía muy pesado este poema, más por la insistencia de la profesora que por el poema en sí, aunque la verdad es que estaba harta de tanta princesa consentida, que de todo tiene y todo le aburre porque carece del amor romántico. Claro, que cuando yo estaba en la escuela, no tenía ni pajolera idea de qué era el amor romántico, lo cual y bajo mi perspectiva, le restaba interés al poema.
Sin embargo, el problema no era la princesa, este poema o Rubén Darío. El problema principal era que tenías que recitar el poema, no leerlo —y yo, lo que quería, era que todo acabara cuanto antes—. Mi queridísima profesora de lengua y literatura me hacía empezar el mismo verso una y otra vez, hasta que lo leyera despacio y, cuando al fin lo habías conseguido, me seguía interrumpiendo, porque no le ponía suficiente énfasis ni entonación.
Sí, aprender a recitar un poema es difícil.
Por otro lado, mi amada profesora de lengua y literatura también quería un análisis del poema. Ya no sólo a nivel de sintaxis, tipo de rima o figuras retóricas, sino también, a modo de interpretación. ¿Qué crees que quiere decir el autor en «y en su vaso, olvidada, se desmaya una flor»?
¡Cómo fastidian las preguntas que nos hacen pensar!
Y es que ahí está la clave. La poesía te obliga a pensar. Requiere de un esfuerzo por tu parte.
Todavía me encuentro con gente que opina, que la poesía es muy bonita porque las palabras riman, pero nada más. Cuando les pides una interpretación de un extracto, se quedan callados y con la boca torcida te responden «no sé qué quiere decir, para mí sólo son palabras unidas que quedan bien pero que no sirven para nada».
Cómo duele ese no sirven para nada.
A menudo, me pregunto si esta postura tan rígida y cerrada es fruto de una educación en las aulas que necesita renovarse. No la hace atractiva ni divertida, sino excesivamente analítica y racional.
La poesía te obliga a pensar. Requiere de un esfuerzo por tu parte.
¿Por qué leer poesía, si siempre ha sido un muermo?
Leer poesía aporta mucho más de lo que parece a simple vista.
Por un lado, y como ya he dicho antes, te obliga a pensar. Se han realizado numerosos estudios sobre cómo la poesía afecta al cerebro de quienes la leen y escuchan.
Dichos estudios revelan que la poesía activa, fuertemente, las áreas relacionadas con la introspección. Además, comparte zonas de activación con la música y, sobre todo, estimula el hemisferio derecho del cerebro, es decir, su parte emocional.
Ya sabemos que la poesía te hace pensar y que activa muchas zonas del cerebro, pero, ¿qué más hace?
La poesía te transmite serenidad. Al igual que la música, puede ponerte la piel de gallina y, además, activa las zonas del cerebro relacionadas con la felicidad.
Entonces, ¿por qué hay pocos lectores de poesía si emociona, relaja y hace feliz?
No estoy segura de que el problema se deba exclusivamente a la educación. Todos sabemos que leer a los niños y que ellos nos vean leer, es importante para aficionarles a la lectura.
Leerles poesía y hablar sobre ella después, supone para ellos un doble esfuerzo para asimilar y comprender lo que han leído y, sin embargo, les encanta. Les encanta la sonoridad, la rima, la musicalidad de las palabras. Porque no hay que olvidar que las canciones infantiles también son poemas, que les ayudarán a desarrollar vocabulario, memoria y creatividad, entre otras cosas.
Así que lee y lee también a tus hijos, y añádele algún poema al cuento.
La poesía ha existido desde tiempos inmemoriales porque nos enriquece. Es capaz de elevarnos a estados de felicidad y empatía de una manera que no consigue hacerlo una novela, un relato o un ensayo. Nos toca la fibra sensible, nos devuelve humanidad.
Así que lee y lee también a tus hijos, y añádele algún poema al cuento.
El perfil del lector de poesía es ambiguo y difícil de definir. Sin embargo, la cantidad de poetas emergentes cada año, es brutal.
No se sabe bien dónde está la demanda ante tanta oferta, pero ya sea en certámenes literarios, blogs, antologías, poemarios o slams de poesía; la realidad es que cada año, somos más y más personas los que nos subimos al carro de las rimas.
Y lo maravilloso, es ver a la gente acudir a los recitales, a las sesiones de micro abierto, a las entregas de premios e incluso, ver cómo se incrementa el número de seguidores de canales de YouTube con esta temática.
La poesía nos toca la fibra sensible, nos devuelve humanidad.
Yo empecé a escribir poesía desde la niñez y lo hago porque es una manera brutal de canalizar emociones a la par que un ejercicio, excelente, para desarrollar la escritura y la imaginación.
¿Qué quiero decir con esto?
Quiero decir que en una novela tienes más tiempo y espacio para desarrollar una idea y enganchar a tu lector. La poesía, en cambio, te exige que seas escueto, directo, que elabores tu escenario con pocas palabras y que emociones a tu lector (porque si no emocionas, me temo que lo que has escrito, no es poesía).
Como verás, es un todo un reto de creatividad y técnica.
Y tú, ¿lees poesía o la escribes?
¡Os veo en el siguiente post!
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